29 de Diciembre de 2023
A punto de volar a Miami. ¿Mi destino final? Barbados. Estoy a un día de embarcar en una de esas catedrales góticas del mar, uno de los barcos de Star Clippers, que me llevará por islas paradisiacas en mitad del Caribe.
Si me hubieran dicho hace justamente un año que terminaría el 2023 subida a un velero, no podría creerlo.
¿Cómo es posible? ¿Cómo la vida me trajo hasta aquí?
02 de Enero 2024
Llevo ya cinco días en este imponente barco, y me he acostumbrado por completo a su vaivén continuo. La primera noche no pegué ojo, ahora cada noche su balanceo me mece como si estuviera en una cuna y caigo rendida en un sueño profundo.
Nunca había pasado tantos días sobre el mar. Aquí los días se repiten de una manera deliciosa y el tiempo se estira como un chicle. Tanto que ya no sabe uno donde esta, ni que día de la semana es. Solo llevo cinco días a bordo, pero parece que fuera un mes entero.
Pasan cuatro días cuando dejo de perderme en este barco inmenso. Poco a poco diferencio sus pasillos infinitos de moqueta azul brillante, voy descubriendo sus estancias, y dejan de sorprenderme las inmensas velas izadas en la cubierta. Me acostumbro a sus olores, identifico ya muchos de sus crujidos, y por fin puedo decir que me encuentro como en casa.
Me voy mimetizando con el barco. Siento que respira, siente y padece. Pareciera que tiene alma, y que se comunica con nosotros. Se sabe una tan vulnerable, tan poca cosa en mitad del océano, que supongo es normal apegarse a esta máquina que da cobijo y protección.
Navegar en uno de estos barcos es especial, una experiencia diferente a todo lo que había experimentado hasta ahora. Este barco en concreto tiene un record Guinness por ser el velero de cinco mástiles más grande del mundo. El Royal Clipper es hermoso. Hermosa en realidad. También los barcos tienen sexo y este es mujer. Lleva el nombre de la hija del dueño de Star Clippers.
04 de Enero 2024
Las caras de muchos pasajeros son ya familiares y disfruto de las charlas con la tripulación durante los desayunos, comidas y cenas. La mayoría proceden de India, Filipinas o Indonesia. También hay dos jóvenes oficiales de España, uno de Cádiz, otro de Santander. Varios tienen mi edad. Todos pasan meses fuera de sus casas, y me hablan de como extrañan a sus hijas, sus mujeres o a sus madres.
Michael, un joven de 36 años y ojos tristes, me cuenta cómo su última novia le rompió el corazón. No funcionó por la distancia. Rey, un joven casado, con dos hijas de 15 y 16 años, me cuenta alegremente que las ve por videollamada cada semana.
Una tarde, durante las ‘Charlas con el capitán’, el propio capitán nos cuenta sus muchas aventuras a lo largo de sus más de 40 años de carrera. Nos habla con pasión de este tipo de embarcaciones, del mundo de la navegación, de aquella vez que navegando en el Cabo de Hornos pensó que no lo contaría. Escucharle es asombroso.
Conozco a una pareja de cubanos asentados en Miami desde los años 60. Me hablan de su último viaje a la Antártida, intercambiamos experiencias y risas mientras cenamos en mitad del océano. Puedo notar su tristeza y amargura cuando menciono Cuba.
Otro pasajero, un atractivo americano de unos cincuenta años, me dice que le gusta viajar en este tipo de barco porque conoce gente interesante. ‘Aquí aún se puede platicar’ me dice sonriendo. Charlamos por más de una hora en el espléndido salón del barco y me cuenta su fortuna como constructor. Me habla de sus hijos, de la vida y de las cuatro ‘L’. Living, Loving, Learning, and Legacy (en inglés).
En la vida dice hay etapas: primero vivir, luego amar, más tarde toca aprender y, por último, llega el momento de reflexionar sobre nuestro legado. También hablamos del perdón, de la importancia de no quedarse apegado a la rabia o el resentimiento. En algún momento, mientras le escucho, se humedecen mis ojos. Nos despedimos con un sincero apretón de manos.
En mi mente solo dos preguntas y una recomendación de cine:
¿Cuántas historias alberga este barco?
¿Cuántos mundos existen que no llegamos ni a atisbar?
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