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Tiempo de luciérnagas

Carta Viajera - JUNIO - 2023


Sobre lugares mágicos, los límites de la voluntad y el poder de la naturaleza


El mundo está lleno de lugares mágicos pero desconocemos la mayoría. Hasta hace menos de una semana no tenía ni idea de que existen dos Santuarios de Luciérnagas. Sí, no hablo de las famosas mariposas monarca, ni tampoco de santuarios de elefantes, sino de luciérnagas.


Uno está en la zona de Waitomo en Nueva Zelanda, el otro en el estado mexicano de Tlaxcala. En este último la temporada de luciérnagas comienza a finales de junio. La fortuna me sonreía así que decidí improvisar una escapada. Preparé la mochila entusiasmada y tomé un autobús desde la Central de Autobuses del Oriente (TAPO) en Ciudad de México. ¿Mi misión? Acampar durante una noche y avistar luciérnagas en los bosques de Nanacamilpa.


Es en este municipio donde con la llegada de las lluvias y las condiciones idóneas de humedad, las luciérnagas comienzan a reproducirse en grandes cantidades. Cada noche millones de diminutas luces inundan las profundidades del bosque creando un espectáculo de la naturaleza único.


Eso era en teoría lo que esperaba encontrar. Un espectáculo grandioso que me dejara boquiabierta. Sin embargo, en los viajes como en la vida hay cosas que escapan a nuestro control. No hay voluntad, ni determinación, ni esfuerzo, ni ilusión que consiga que determinadas cosas ocurran o dejen de ocurrir.


Aquella noche no vimos millones de luciérnagas volando a nuestro alrededor, tampoco miles, diría que ni si quiera cientos. Cuando llegamos a lo profundo del bosque, en mitad de la noche, solo parecía rodearnos la oscuridad y el silencio. Pude sentir, sin embargo, que muchos estábamos emocionados.


Nunca antes había tenido la oportunidad de caminar durante más de una hora a través del bosque, sin más luz que la que regalaba la luna. El silencio estaba lleno y era envolvente, repleto de sonidos minúsculos que se hacían gigantes como el gorjeo de una lechuza y el crujir de las agujas de pino secas. Sí, el bosque tiene un canto y allí estábamos, un grupo de diez adultos y cuatro niños expectantes, esperando a las luciérnagas.


Entonces las vimos, apenas unas docenas de diminutas luces que aparecían y desaparecían por instantes a nuestro alrededor. En mitad de tanta oscuridad cada pequeña luciérnaga aparecía como una promesa. Los niños extendían sus manos al aire y las luciérnagas se acercaban confiadas.


Eran muy pequeñas y producían una luz frágil, brillante e hipnótica. El hecho de que hubiera tan pocas hizo que apreciáramos de manera profunda la belleza de lo que contemplábamos. No quedé boquiabierta, sino profundamente conmovida.


Decía el hindú Osho que ‘las cosas más hermosas simplemente suceden, no se pueden hacer’. Unas luciérnagas apareándose bajo una noche estrellada, los primeros momentos del alba, la flor que de repente se abre, el paso de una estrella fugaz, la ola que rompe contra la playa y la adorna con su espuma, el nacimiento de un nuevo amor, un momento de revelación… Instantes que simplemente suceden.


Frente a ellos uno solo puede detenerse al borde del camino para contemplarlos, apreciarlos y dejarse afectar por su belleza efímera, su fuerza o su fragilidad. Solo queda rendirse ante el misterio.


Un hombre del grupo, originario del pueblo, compartió sus recuerdos mientras estábamos sentados en círculo sobre unos troncos de madera en total oscuridad. No veía su rostro, pero sentía su emoción. Contaba que hace más de cincuenta años, cuando tan solo era un niño, no hacía falta ir hasta lo profundo del bosque para ver las luciérnagas. ‘Simplemente tapizaban las calles del pueblo. Era hermoso’.


Habló de la deforestación por el crecimiento del pueblo, de la contaminación, del uso de pesticidas, de la falta de lluvias… La realidad es que cada vez hay menos luciérnagas y solo queda imaginar cómo sería ese espectáculo del que hablaba a través de sus recuerdos.


Un pueblo atestado de luciérnagas que tapizaban cada noche las calles, cubriéndolas como si fueran alfombras mágicas y luminosas. Queda imaginar esa belleza arrebatadora, para recordar lo importante de conservar estos entornos naturales espectaculares.


Este mes quise contemplar un espectáculo de la naturaleza único. Y en el proceso volví a recordar lo esencial. La naturaleza en su forma más simple y sencilla nos muestra un mundo encantado, lleno de misterio.


Un mundo abierto para ser contemplado, también habitado con ojos cerrados.


A veces solo queda dar las gracias por la vida (y el misterio) que nos rodea.


 

‘La marca invariable de la sabiduría es ver lo milagroso en lo común’


Ralph Waldo Emerson

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